Cuando un astrónomo va a un observatorio, los ingenieros, electricistas, ópticos, informáticos, cocineros y todo el equipo que vive allí se preparan para la “observación,” que suele durar entre dos y cinco noches. El astrónomo duerme de día y luego pasa unas horas antes de la puesta de sol preparándose para las observaciones. Después de cenar, al anochecer, comienzan las observaciones.
El astrónomo pasa toda la noche apuntando el telescopio a objetos distantes –planetas, estrellas, nebulosas o galaxias- y recogiendo el tenue goteo de luz de cada objeto. Los datos se guardan en una computadora para ser analizados posteriormente. Si las nubes estropean las observaciones, el astrónomo tiene que presentar una nueva propuesta y esperar que la próxima vez el cielo esté despejado.
Después de completar una observación, el astrónomo puede pasarse meses analizando e interpretando los resultados. Mientras tanto, en el observatorio, el personal se prepara para el astrónomo siguiente.