Energía Oscura

Uno de los descubrimientos más importantes de la astronomía moderna se produjo gracias a la reciente aplicación de las supernovas -las explosiones de estrellas masivas- para estudiar la evolución y el destino del universo. Estos sorprendentes resultados indicaron que el universo parece estar permeado de una “energía oscura” desconocida hasta ahora, y todavía sin explicación. Esta energía oscura compite con la gravedad y parece que acelera al universo hacia un triste destino de expansión continua.

Las raíces de este descubrimiento se remontan a la década de los años sesenta, cuando los cosmólogos buscaban dos números: la constante de Hubble (relacionada con la edad del universo) y el “parámetro de desaceleración” (relacionado con la densidad total de la materia en el universo). Los astrónomos suponían que la expansión del universo se ralentizaba debido a la atracción gravitatoria de toda la masa del universo. La masa total determinaría, por ello, si el universo se expandiría constantemente o terminaría por colapsarse de nuevo.

En la década de los sesenta, los investigadores de supernovas Stirling Colgate y Robert Wagoner reconocieron un posible modo de medir el parámetro de desaceleración: estudiar la luz de supernovas distantes. Cuando la luz de una supernova se divide en sus distintas longitudes de onda (lo que se llama espectro), los científicos pueden observar el cambio en longitud de onda (el corrimiento al rojo) de algunos de los rasgos del espectro para ver la rapidez con la que se expande esa parte del universo. Unido a la medida de la distancia a la supernova, podrían determinar si la luz de la supernova muestra evidencia de que el universo se expandía más deprisa en el pasado. De ser así, la expansión tiene que estar ralentizándose ahora, quizás lo suficiente para que un día se detenga y empiece a contraerse.

Para probar esta teoría, los astrónomos necesitaban programas de búsqueda automática para encontrar muchas supernovas lejanas y tenues. Las supernovas explotan arbitrariamente, así que para encontrar una hay que buscar en miles de galaxias. Harían falta décadas para que la tecnología alcanzara ese sueño.

En la década de los noventa empezaron a verse los primeros frutos. Un equipo de científicos encabezado por Rich Muller, y posteriormente por Saul Perlmutter, empezó a buscar supernovas distantes con un presupuesto mínimo, usando unas cámaras nuevas montadas en telescopios de tamaño modesto. Con una instantánea podrían estudiar galaxias suficientes para asegurarse, casi con toda probabilidad, el hallazgo de una supernova. Empezaron a descubrirlas a docenas. Otro equipo encabezado por Brian Schmidt decidió que podrían obtener información más detallada para determinar el parámetro de desaceleración. La carrera había comenzado.

La sorpresa llegó cuando los dos equipos, prácticamente de manera independiente y al mismo tiempo, descubrieron que sus datos sugerían que las supernovas distantes eran algo más tenues de lo pensado. Esto implicaba que estaban más lejos de lo que se creía y, por consiguiente, que el universo debía de haberse expandido más deprisa de lo esperado. ¡El universo se había acelerado, no ralentizado! Algo parecido a lanzar una pelota hacia el techo y que suba cada vez más deprisa, en vez de caer hacia el suelo.

Al factor de aceleración y anti-gravitatorio se le ha llamado “energía oscura.” Es, de alguna manera, una energía asociada con el espacio vacío, con el propio vacío. Ninguna teoría fundamental de la física ha ofrecido hasta ahora indicación de cómo surge esta energía.

La mayor parte del universo es invisible.

La mayor parte del universo es invisible.